Poesía chilena, poiesis de viento y piedras

Del lenguaje de las piedras
I
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Una piedra que rompe
una ventana
no delata a la mano
que la arroja.
II
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Aunque creamos en sus poderes fácticos, en la forma en que rompen sucursales y vitrinas. Aunque pensemos que esa es la lucha: provocar una lluvia de piedras sobre los techos de la ciudad, ver cómo se construye siempre a través de la destrucción. Aunque creamos en ellas, las piedras son solo piedras y no lo que quisiéramos que fueran.
III
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No hay ángulos rectos
para las piedras ni formas
completamente circulares.
Haz el intento: mira una piedra
con detención, comienza a describirla
poco a poco. O mejor aún: lánzala
y observa el trayecto que dibuja
en el aire, la línea siempre imprecisa
que se recorta hasta llegar al suelo.
IV
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Si de tu boca no salieran palabras, sino cosas. Si al nombrar la palabra piedra, entre tus labios naciera una piedra. Bastaría nombrar para hacer. Habría un equilibrio entre discurso y acción. No podrías decir y quedar impune, ni mucho menos tirar una piedra y esconder bajo la lengua la palabra.
V
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Las piedras, a diferencia de las personas, no flotan. No se dejan engañar por la falsa promesa de la superficie. Ellas prefieren quedarse al fondo, junto a las algas y los cuerpos de los desaparecidos.